domingo, 25 de octubre de 2009

Señor, que pueda ver

















!Había esperado tanto tiempo aquella ocasión única en su vida! que
le parecía increible.

Bartimeo, el ciego del camino, tenía ahora delante de sí al Nazareno que se había parado delante de él para decirle: "¿Que quieres que haga por tí?

Ahora podía pedirle lo que quisiera. Poco antes Juan y Santiago le
habían pedido a Jesus sentarse a su lado con poder y gloria.

Del corazón de Bartimeo sólo salió una humilde súplica: "Señor,
que yo pueda ver".

Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado".

A Bartimeo se le abrieron los ojos y pudo ver el rostro de Cristo.
Aquella imagen le trasformó. Era su corazón el que ahora veía.

Jesús le había dado libertad para irse a dónde quisiera.

Pero Bartimeo ya no podía elegir otro camino que el de Jesús.
Iría con Él hasta el final.

"Antes te conocía de oidas, ahora te han visto mis ojos". (Job. 42, 5)

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