a como esperábamos, nos parece tener el viento en contra.
El miedo de los discípulos de Jesús en todos los tiempos
está provocado no por la tempestad, sino por la incapacidad
para descubrir su presencia.
El fragor del viento y del oleaje es muy fuerte,
pero si sabemos escuchar, oiremos una voz suave:
"Ánimo, soy Yo, no tengáis miedo". (Mt 14,27).
Jesús no es un fantasma creado por nuestros miedos
sino la presencia humilde pero real de Dios en nuestras vidas.