
que él tiene siempre la iniciativa para decirnos a qué
lado de la barca tenemos que echar las redes.
Desde ahora yo no soy quién maneja mi barca y decide
dónde echar las redes.
Sólo él nos puede invitar a la comida que ha preparado,
con aquellas personas que él mismo ha elegido.
No soy yo quién me invito a su mesa ni elijo a las
personas con quienes me voy a sentar.
Él sigue interesado en preguntarnos: ¿me quieres?
Desde ahora ya no tenemos que preguntar nada.
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