Todos somos ciegos de nacimiento.
Vemos según las apariencias.
Miramos para otro lado.
Preferimos estar dormidos para no ver.
Caminamos como "hijos de las tinieblas"
Encubrimos cobardemete la verdad.
Nos ciega nuestros egoismos e intereses.
"Mientras estoy en el mundo,
yo soy la luz del mundo" (Jn 9,5)
Cristo cura nuestra ceguera.
"Despierta tu que duermes
y Cristo será tu luz" (Ef 5,14)
Él nos capacita para ver desde el corazón.
El nos hace descubrir en el otro a un hermano.
Para ver de verdad hay que acercarse con el corazón.
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