Todo comienza en nuestra vida cuando nos sentimos amados.
Toda declaración de amor marca un antes y un después.
Lo que Jesús experimento en su bautismo de Galilea le marcó
hasta la muerte: "Tu eres mi Hijo amado, en tí me complazco"
Desde este momento Jesús se siente enviado a "abrir los ojos
de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión y de
la mazmorra a los que habitan en tinieblas".
Esta voz del cielo sigue sonando para todos los que por el bautismo
se unen a este Hijo del Padre.
Renovar nuestro bautismo es revivir en nosotros esta voz del Padre.
¿Podrá esta voz prevalecer por encima de otras que nos maldicen
y maltratan en nuestra vida?
Cuando nos sentimos hijos amados del Padre hemos llegado
a descubrir nuestra verdadera identidad, y entonces
no haremos depender nuestra autoestima de lo que los demas
piensen y digan de nosotros.
Solo cuando nos sentimos amados por Dios podremos
estar capacitados para servir de verdad a los demás.
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